viernes, 4 de diciembre de 2015

El león y el gallo.

   
   El león y el gallo llevan tanto tiempo discutiendo que ya no tienen ganas de más. ¿Ocurrirá lo mismo con los nacionalismos en nuestro país?


   ¿Te imaginas un país tan grande como Galicia con 7 parlamentos diferentes? ¿Te imaginas un país que cumplió hace unos años el récord mundial de días sin gobierno (589 días)? ¿Te imaginas un país donde la Constitución ha sido reformada hasta 4 veces en los últimos 40 años para ceder competencias a sus regiones? Sí, estamos hablando de Bélgica.

   El pequeño Reino de los Belgas  se constituye como una Monarquía Parlamentaria Federal con una estructura social y organización política muy compleja.

·        Existen 3 regiones (cada una con su propio parlamento):
o   Región de Flandes (sita en el norte, costera, que agrupa casi el 60% de la población y es la más próspera).
o   Región de Valonia (en la parte sur, la región menos competitiva y en torno al 55% de la superficie del territorio).
o   Región de Bruselas (una suerte de Distrito Federal, cerca de la frontera con Valonia, enclave de Flandes).
         Equivalen a nuestros entes autonómicos. Son los sujetos de la federación y en ellos recae la mayoría de las competencias. La Región de Flandes y la Comunidad Flamenca están unificadas.
Las regiones flamenca y valona están divididas a su vez en provincias.

·        3 comunidades lingüísticas (con parlamento propio):
o   Comunidad flamenca
o   Comunidad francesa
o   Comunidad germanófona
Fundamentalmente abarcan competencias de lengua, educación, cultura… dentro de su ámbito geográfico.

·        4 regiones lingüísticas:
o   Región de lengua francesa
o   Región de lengua flamenca
o   Región de lengua alemana
o   Región bilingüe de Bruselas (flamenco/francés).
La Región de Flandes es monolingüe, mientras que la Región Valona comprende a la comunidad francesa y germanófona.

Y por último y menos importante: El Estado Federal.
El Estado Federal tiene un parlamento bicameral.

   No sería una situación muy distinta a la organización territorial de España si no fuera por algo que nos puede resultar muy chocante: Las comunidades.
   Bélgica está dividida en dos comunidades (omitiremos la comunidad germanófona, no por ser menos importante per se sino por su minúsculo tamaño) profundamente divididas. Estamos hablando de un país donde una mitad vive a la espaldas de otra mitad. No existe una lengua común.
Solo en algunos municipios fronterizos entre las dos grandes regiones (algunas en Flandes, otras en Valonia) donde existen comunidades lingüísticas importantes, la ley reconoce que puedan ejercer sus derechos en su idioma materno (como por ejemplo, ser juzgado en francés en Flandes o en flamenco en Valonia, acceder a una educación en su lengua etc)  pero siempre bajo la administración del parlamento de la Comunidad correspondiente:
   Un miembro de la Comunidad Francesa en Flandes (en torno a los 300.000) estará gobernado por la Región y la Comunidad Flamenca. Salvo que resida en esos ciertos territorios fronterizos no tiene derechos lingüísticos propios fuera del territorio de su comunidad, no se le garantiza la enseñanza en francés.
   Un episodio que muestra la división de las comunidades en Bélgica fue el que aconteció en la Universidad de Lovaina, donde los estudiantes en lengua flamenca presionaron para que se expulsaran los estudios en francés. Y lo consiguieron.
   Un bruselense Flamenco puede tener a su servicio a la vez a varias administraciones: La propia federal, la de la Región de Bruselas (urbanismo, medio ambiente, empleo…), la de la comunidad flamenca (educación, cultura…)… mientras que su vecino de escalera puede tener la francesa. Por supuesto esto deja dividida a la comunidad educativa en todos sus niveles, fragmentádola en función de su lengua materna. Incluso la radiotelevisión nacional emite diferente programación (no existe una cadena “nacional”, aunque algunos programas puedan ser clónicos).
   Una situación que conmueve a ambas comunidades: Bruselas ha sido históricamente Flandes, hasta la creación de las regiones en los años 80. También ha sido predominantemente flamenca hasta el afrancesamiento acontecido a lo largo del siglo pasado: actualmente la comunidad francesa es mayoritaria en la región capitalina.
   Ya lo dijo el presidente del principal partido flamenco (nacionalista pro independencia): Ante la enorme dificultad que supone la secesión, buscarán que Bélgica se reduzca a su expresión mínima. “Bélgica existe porque compartimos Bruselas” afirmó.
   El pequeño reino estará abocado a ser una confederación. Dos estados casi independientes que comparten capital, con un ejército común y un mismo Rey.

   ¿Nos imaginamos una Cataluña en España donde solo el catalán fuera oficial –con algunas prerrogativas al castellano en el área metropolitana de Barcelona– y el solo el aranés en el Valle de Arán? ¿Un País Vasco donde    solo en ciertas zonas del sur de Álava se pudiera estudiar en castellano?
   Alguno puede llegar a pensar tras leer esto que la inestabilidad política que genera hace de este país poco funcional: Su sistema de doble ratificación para reformas constitucionales y leyes orgánicas garantiza que estos proyectos vayan para largo (como la formación de un gobierno).
   Además existe un nacionalismo flamenco, otro valón y por último, otro alemán. Cada comunidad demanda más competencias. Y las regiones también. El nacionalismo belga, residual, está asociado generalmente con la extrema-derecha (como ocurre en parte del nacionalismo independentista flamenco).
   Pero Bélgica a parte de todo este caos ha aportado grandes cosas: es el país de los gofres, las patatas fritas y el praliné.

JAVIER PICAZO
  



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